domingo, 10 de mayo de 2009

Le Corbusier, el arquitecto más utópico.

"...puesto que cada hombre posee la Tierra y cada ciudadano su país, con el mismo derecho que todos los demás hombres y ciudadanos, no hay más política humana y nacional que la que ambiciona facilitar al hombre el ejercicio de esta igualdad..." Discurso preliminar de La Carta de Atenas, 1933



No se podría empezar arquitopías sin hacerlo, por supuesto, por Le Corbusier, el arquitecto más utópico y a la vez más influyente del siglo XX. A Charles-Éduard Jeanneret, también Le Corbusier, se le debe la formulación teórica de los principios arquitectónicos y urbanos del movimiento moderno o estilo internacional, dada la rapidez y amplitud con que se impuso por todo el planeta la nueva construcción. Movimiento que, para bien o para mal, ha configurado durante el siglo XX la imagen actual de todas las ciudades de cualquier parte del mundo.


Desde 1914 Le Corbusier desarrolló, para reconstruir una Flandes destruida por las batallas de la I Guerra Muncial el sistema domino. Se trataba de un proyecto de fabricación de casas en serie que mediante la estandarización de los elementos permitía realizar en pocas semanas toda una estructura de hormigón. Ideó además un sistema en el que la estructura, hasta entonces realizada mediante muros de carga, era realizada mediante pilotis, pilares que sujetaban los forjados de cada planta y las escaleras, quedando dicha estructura completamente independizada de la distribución de la vivienda y permitiendo así la planta libre. Ahora esto puede parecer muy normal, pero fue algo que cambió radicalmente la forma de construir y concebir los edificios.

Aunque el proyecto no se realizó, Le Corbusier formuló por primera vez de manera consecuente los conceptos de racionalidad y funcionalidad de la arquitectura moderna. Racionalidad de formas, es decir, eliminando en los edificios toda decoración superflua y representativa y funcionalidad de formas, siguiendo el principio que formuló anteriormente L. H. Sullivan "La forma sigue a la función", se pensaba en la función del edificio para darle su configuración formal y rentabilizar al máximo, como en los edificios industriales, su construcción.


Además, el sistema domino fue el pistoletazo de salida para toda una serie de construcción de colonias de casas baratas que se realizaron ante la necesidad urgente de resolver el problema de la vivienda en la postguerra, introduciendo por primera vez en los métodos de construcción un claro componente social.


La construcción mediante pilotis permitía liberar a la fachada del edificio de su función portante y abrir huecos enormes de luz, esto es lo que revolucionó totalmente la arquitectura y permitió crear, a partir de entonces, viviendas luminosas y soleadas. Esta es, según mi parecer, la mayor cualidad de la arquitectura moderna frente a toda la arquitectura anterior, ya que "...donde no entra el sol, se instala la tuberculosis..." escribían los arquitectos modernos en la Carta de Atenas de 1933, y aún hoy, podemos apreciar este problema en todas las viviendas de edificios entre medianeras y patios de vecindad que quedan en el interior de los cascos antiguos de nuestras ciudades y que eran las únicas que hasta entonces existían. Viviendas oscuras, frías e insalubres en muchos casos.


Perseberante siempre, Le Corbusier organizó junto con Siegfried Giedion en 1928 el primer CIAM (Congreso Internacional de Arquitectura Moderna) que pondría anualmente un foro de discusión a disposición de los arquitectos modernos. Este congreso se celebró en 10 ocasiones hasta 1956 y en cada una se centraron en diversos temas de relevancia social y arquitectónica. En el segundo congreso de 1929, ante las condiciones insalubres de las viviendas existentes y la extremada carencia de las mismas, se ocuparon en definir el concepto de la vivienda mínima existencial, con el fin de poder dotar de una vivienda digna a toda la población, incluso a las clases sociales más bajas. De esta forma, basándose en la sociología de la época, en observaciones estadísticas y en teorías higienistas, se establecieron cuáles eran las dimensiones mínimas que debería tener una vivienda, fuese quien fuese el usuario o fuera cual fuera el país, ya que ante todo se basaban en el principio de igualdad entre los hombres e igualdad en sus necesidades básicas. De aquí viene, por ejemplo, el interés de Le Corbusier por estudiar las dimensiones que deben tener todas las cosas y patentará en 1947 el Modulor, que pretende ser una gama de dimensiones armónicas a la escala humana, aplicable universalmente a la arquitectura y a la mecánica.


En un mundo atormentado, donde se estaban poniendo en duda las mimas reglas de la convivencia humana, se realiza en 1933 el IV CIAM, por problemas con los patrocinadores, no pudo celebrarse en Moscú y se hizo a bordo de un barco que iba de Marsella a Atenas. El tema abordado en él es el de la Ciudad. Pero el planteamiento de las discusiones no es el de una ciudad que funcione mejor, sino una ciudad que funcione para todos y reparta equitativamente entre sus ciudadanos los beneficios de las posibles mejoras. Se examinan en el Congreso 33 casos de ciudades, pero esta vez no se publica ningún informe oficial. Sólo en 1941, se edita en París un documento anónimo(redactado por Le Corbusier utilizando en el prefacio el seudonimo de Jean Giraudoux), es La Carta de Atenas, donde se formulan teóricamente las ideas que deben regir la nueva urbanística:
  • La vivienda debe tener primacía sobre el resto de los usos.
  • En la situación de la vivienda dentro de la ciudad primará la higiene.
  • La relación vivienda/superficie la determinan las características del terreno en función del soleamiento.
  • Se debe prohibir la disposición de viviendas a lo largo de vías de comunicación.
  • La solución son las viviendas en altura situadas a una distancia entre ellas que permite la construcción de grandes superficies verdes entre medias (tapiz verde).
  • Se establece la separación funcional de los lugares de residencia, ocio y trabajo.

Por otra parte es ésta una urbanística que no puede reducirse a mejoras técnicas, sino que debe constituir una verdadera alternativa, que exige ante todo una inspiración política distinta. Se enuncia así la creación de ciudad, el urbanismo, como función pública, no subordinada a los intereses particulares y privados sino al interés común. Y es ésto precisamente, creo yo, lo que hace de Le Corbusier un pionero, alguien que creyó siempre en la utopía, creyó que a través de la arquitectura se podía cambiar el mundo y por ello emprendió cada proceso de diseño siempre con esos fines utópicos. Destacó así, el aspecto social que debe siempre tener la arquitectura y el urbanismo y que sin embargo, en muchas ocasiones se olvida.

El contenido de la propuesta urbanística de la Carta de Atenas es, a mi entender, una de las mayores contribuciones que ha hecho el Movimiento Moderno al urbanismo y, aunque se ha querido después proclamar como totalmente fracasado, hay que admitir que tenía algunos fallos esenciales como la separación funcional de las zonas de residencia, ocio y trabajo, lo que deriva en el excesivo consumo de suelo, la infrautilización del mismo en ciertas horas del día y la excesiva dependencia del automovil. Pero muchos de los penosos resultados que se han producido en las periferias de nuestras ciudades, se deben más bien a haber infringido el espíritu intrínseco de la Carta de Atenas y haber atendido a fines puramente especulativos. Aunque se haya dicho que el Movimiento Moderno está obsoleto, para otros muchos arquitectos esto no es así, A. Lacaton y P. Vasal en Francia, por ejemplo, reivindican aún la vigencia de muchos de sus principios, adaptándolo, claro está, a los tiempos actuales y corrigiendo sus errores.



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